viernes, 16 de diciembre de 2011

La tierra de las cuevas pintadas

Al fin el esperado final de la serie de los Hijos de la Tierra. Tras El Clan del Oso Cavernario, El valle de los caballos, Los cazadores de mamuts, Las llanuras del tránsito y Los refugios de piedra llega La tierras de las cuevas pintadas. Nada más y nada menos que 31 años ha necesitado, Jean M. Auel, para completar la saga. Desde 1980 en que publicó el primero hasta este 2011 en que finaliza. Y, lo cierto, es que el final queda lo bastante “abierto” para que, si quisiera, pueda escribir una séptima parte.

Una vez que Ayla aceptó convertirse en Zelandoni comienza su periodo de instrucción. Parte de esta instrucción consiste en la visita de las cuevas sagradas. Estas cuevas son, en teoría, úteros de la madre por la que animales y hombres llegaron a la tierra. Para demostrar su carácter sagrado suelen estar decoradas con dibujos y pinturas. Muchas de estas pinturas fueron hechas por “los antiguos” y nadie conoce con certeza su significado.

Durante esta instrucción Ayla debe realizar tareas que le restan tiempo para estar con su familia. El tiempo pasa deprisa y su hija tiene unos cinco años en el libro. Este hecho provocará un distanciamiento con Jondalar que recuerda muchísimo al vivido en Los cazadores de mamuts.

La autora se ha documentado en gran cantidad de cuevas con pinturas, algunas españolas como Altamira, el yacimiento de Abric Romani, en Ekain, etc. lo que hace que esté muy bien documentado. Esto no quita que la gran cantidad de páginas y explicaciones relativas a hierbas y sus usos no acabe por cansar en más de una ocasión. Por otra parte la historia que viven los personajes es demasiado parecida a la vivida anteriormente y, a veces, parece que se ha copiado sólo para darle mayor volumen a esta última obra.

No puedo decir que me haya encantado. La verdad es que con el paso de los libros de la saga cada vez se han ido convirtiendo en algo más predecible y cada vez más “científico”, pero no quita que me hayan gustado. He podido comprobar que muchas de las cosas que cuenta son hechos reales, incluso aquellos que parecían más sacados de su imaginación, lo que hace que la obra también cumpla una función didáctica sobre un periodo bastante poco conocido.

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