De nuevo una revista de viajes nos llevó a tomar la decisión. También ayudó que hubiera un vuelo directo entre Madrid y el destino elegido.
Lo del vuelo estuvo a punto de estropearse. En las páginas de internet aparecía a 450 euros ida y vuelta. Un precio no sólo razonable sino muy bueno contando con la cantidad de horas que pasaríamos en el aire. Sin dudarlo lo compramos y nos enviaron nuestro localizador. Lo que no llegaba era el cargo en la tarjeta de crédito, cosa que me mosqueó un poco.
Lo compramos un jueves por la noche y la noche del viernes llegó el cargo, pero seguido de un correo en el que decían, los de viajar.com, que no habían podido emitir el billete y que para hacerlo tenía que ser a través de otra compañía. Hasta aquí no había problemas, pero el caso es que la otra compañía cobraba 700 euros más tasas por el mismo billete. Además nos pedían que dijéramos algo antes de un día para no perder ese precio.
Ya nos habían cobrado. En Amadeus (el sistema de reservas de vuelos) nuestro localizador aparecía como confirmado.
No entendíamos nada.
Entramos en el banco y vimos que lo habían cobrado de la tarjeta de crédito, pero que lo habían devuelto en el mismo momento. No teníamos billete y ahora costaba más de 700 euros.
El viaje ya no estaba tan claro.
El sábado por la mañana decidimos ir a una agencia de viajes de toda la vida para poder discutir si las cosas volvían a salir mal. Como en viajar.com todo fue perfecto hasta que pasaron la tarjeta y le dieron al botón de emitir el billete. En ese momento volvió a aparecer la compañía alemana con su precio de 700 euros. El de Barceló Viajes nos metió un poco de miedo en el cuerpo. Según él no era normal que una compañía no vendiera sus billetes directamente y que utilizara una tercera. Nos recomendó que buscásemos la lista negra de compañías aéreas de la IATA para ver que ésta fuera de confianza. ¿Cómo no iba a ser de confianza si trabajaba en Barajas?
No todo estaba perdido. La compañía que opera el vuelo tiene una oficina en Madrid y ellos sí que nos lo podían vender a su precio. Tampoco esto fue tan fácil porque no eran precisamente amables, un adelanto de lo que nos encontraríamos allí y que ya nos temíamos. Después de una transferencia ya teníamos los billetes internacionales y unos internos.
Ahora sí. ¡Ya teníamos viaje!
En ese momento no sabíamos si encontraríamos la simpatía y las ganas de ayudar de los musulmanes o la rudeza y los malos modos de los rusos. Una mezcla explosiva: musulmanes comunistas. Tampoco sabíamos que comeríamos ШAШЛИK, ЛAГMAH, MAHTY, CAMCA, ПЛOB... ni lo que eran.
Sí sabíamos que iba a hacer frío, podíamos llegar a 20 grados bajo cero. Esa temperatura era algo que no cuadraba con estar visitando mezquitas.
Pero es lo que tiene ir a
UZBEKISTÁN en invierno.
La Ruta de la Seda, ese recorrido que evoca tiempos lejanos de viajeros gloriosos como Marco Polo o más español Ruy González de Clavijo. Ciudades cuyos nombres todos hemos oído pero que muchos, nosotros entre ellos antes de decidirnos, ni siquiera sabríamos dónde colocarlas en un mapa, como
Samarcanda.
Las ciudades de la Ruta de la Seda.
Como siempre con la mochila al hombro y todo por decidir.
El diario en
SaltaConmigo.