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lunes, 17 de agosto de 2009

Fuegos artificiales

El origen de los fuegos artificiales, y de la pirotecnia en general, está asociado a la invención de la pólvora en China, traída a Europa por los mongoles con sus invasiones y los árabes en su expansión por el norte de África y España. Estos últimos fueron los que grabaron la tradición en las zonas del Mediterráneo.

Considerados como magos por algunos, los maestros pirotécnicos se valían de productos químicos para conseguir los colores en sus explosiones. La luz de los fuegos artificiales se consigue de dos formas: incandescencia y luminiscencia. La incandescencia se basa en el calor y produce unos tonos que van del rojo inicial al blanco, si la temperatura es muy alta, pasando por todos los tonos de naranja. La luminiscencia, también llamada luz fría, se basa en la química y en la producción de fotones. En función del material que se utilice la amplitud de onda de esos fotones, es decir, los colores que muestra, varía.

La cantidad de elementos utilizados es enorme (En fireworks.com se puede encontrar la lista completa.): Aluminio y titanio para el tono plateado metálico; los verdes con bario; los azules con cobre; sodio para los amarillos; etc. Otras sustancias hacen que se produzcan más chispas, el hierro, que mediante incandescencia se verá de uno u otro color; aumentan su brillo como el magnesio; zinc para el humo; etc.

Además de estos componentes para producir los colores y efectos visuales, los fuegos artificiales necesitan un combustible, productor de oxígeno, y un aglutinador para mantener todos los elementos en su sitio hasta el momento de su explosión. Se producen dos explosiones: una que eleva el cohete desde el suelo y otra, casi en el punto más alto de la trayectoria del cohete, que quema las sustancias interiores produciendo el efecto de luz.

Más información en revista La Guía.